Nos fuimos a comer una paella de
caracoles a un restaurante a las afueras de Valencia. Pagaba mi mujer, por
supuesto, que es la que tiene dinero. Pues bien, nos tomamos unos aperitivos y
nos sacan la paella, empezamos a comer y de pronto nos damos cuenta que no
había ningún caracol en la paella. Se lo decimos a la camarera y ésta nos dice
“te descuento los caracoles”, y “os hacemos otra paella”.

“No te preocupes” le
dije yo “nos invitas a café”.
Eso dicho con una sonrisa no falla nunca.
Soluciono la culpa de la camarera por el mal servicio y saco partido de manera
amable y divertida.
Tan bien le caímos a la chica que
nos sirvió los cafés, unos pedazos de coca y dos chupitos ¡todo gratis!
Lo peor de todo es que lo cuento
en el trabajo y ¿qué ocurre?, pues que me critican, como siempre. Dicen que lo
normal habría sido decirle a la camarera que no se preocupase, que no pasaba
nada, y chorradas por el estilo.
¡Qué poco saben! ¡Y cuánto les queda por aprender!
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